viernes, 14 de enero de 2011

DESNUDO Y SIN TECHO

Fernando se había casado joven, enamorado y feliz. Enseguida comenzó como todos la lucha por progresar, y como todos comenzó a buscar afuera: primero fue el departamento, luego el coche, finalmente logró comprarse esa ropa de marca que tanto le gustaba. Con el tiempo llegó el Mercedes, la casa del Country. Pero nunca recuperó la felicidad que tenía al comienzo con su esposa. La quería como antes pero...
Un día fue a ver a un gurú, pues sentía que, a pesar de haber logrado, a la temprana edad de 45 años, todos sus objetivos materiales, nada lo satisfacía. Buscaba la felicidad en nuevos logros, pero luego se sentía vacío y decepcionado: no podía alcanzar la deseada dicha.
El gurú le indicó un ejercicio para reencontrar la felicidad y Fernando se había prometido hacerlo.
Y ahí estaba él, era la medianoche del día indicado, había luna llena y la noche era muy cálida.
Una suave brisa de verano lo acariciaba y acompañaba, pero Fernando absorto en hacer correctamente el ejercicio no la podía percibir. En su mente tenía presente las palabras del maestro que le había insistido en no tomar anotaciones sobre los pasos a seguir, los que debía conservar en su memoria. Un solo error en los procedimientos y el ritual fallaría.
Fue justo en medio del ejercicio cuando lo sintió. Fue como un movimiento brusco en su interior y le parecía que todo su ser se sumergía dentro de un profundo lago, luego suavemente salió a la superficie y recuperó el aliento en una nueva atmósfera que lo embriagó.
Y detrás de sus lágrimas, brotó la felicidad, una dicha que lo inundó. Nunca se había sentido así. Tomó conciencia de su ser y lo que significaba estar ahí. Giró la vista hacia arriba, vio el cielo estrellado que lo iluminaba. Se movió un poco y sintió el pasto húmedo bajo su cuerpo totalmente desnudo.
Volvió a besar, con dulzura, a su esposa que se estremecía en sus brazos y sintió la magia de la energía de amor que los envolvía.
Habían pasado más de 20 años desde que la abrazó por primera vez, y reflexionó para si: "muchas veces por estar abocado a obtener y mantener ciertos bienes, no disfrutamos o encontramos la verdadera felicidad", fue entonces que miró a su esposa y le gritó al cielo, que era su cómplice: "Estoy desnudo y sin techo y lo tengo todo. ¡Si es tan poco lo que se necesita para ser feliz!.

(Dr. Dino Ricardo Deon)