jueves, 9 de febrero de 2012

LA PUERTA DE LA FELICIDAD

La felicidad no es una meta sino una dirección. Se trata de encontrar un sentido en lo que hacemos y de implicarnos a fondo en nuestras acciones y decisiones. Entonces, al mirar atrás, quizá descubramos que hemos abierto su puerta sin apenas darnos cuenta; la llave se encontraba en nuestro interior.
Todo parte de un malentendido: el de proponerse la felicidad como una meta. Si lo hacemos, nos abonamos a la ansiedad, la angustia y la decepción.Si de veras la felicidad fuera una meta a alcanzar, ¿qué haríamos el resto de nuestra vida una vez logrado el objetivo? ¿Repetir una y otra vez la misma impertérrita sonrisa, las mismas acciones, las mismas palabras? ¿Intentaríamos no tocar ni cambiar nada para que la felicidad no se escurriera? ¿Acaso seríamos presos del temor a que ella se escapara, a que algo la desbaratara, a que alguien nos robara la presa alcanzada? ¿Seríamos felices viviendo así?
Quizá deberíamos repensar el tema de la felicidad. Quizá no sea una meta a lograr y que no sea la felicidad en sí lo que necisitamos sino un motivo para ser felices.
Tal vez es una huella que vamos dejando en el camino mientras transitamos la vida. Las huellas nunca están delante de nuestros pies, solo aparecen por donde hemos pasado. Si no caminamos, no hay marcas, debemos tener un destino hacia el que caminar, y de la marcha resultará -o no- la felicidad.
Entonces, la felicidad no está fuera de nosotros, como el fruto que espera a que lo tomemos de la rama. Se encuentra en nuestro interior. Así lo decía el filósofo danés Soren Kierkegaard "La felicidad es una puerta que se abre desde dentro". Esto significa que no hay una persona destinada a hacernos felices. Si así fuera, correríamos el riesgo de construir con ella una relación de dependencia. Si esa persona se alejara, se llevaría nuestra felicidad, por lo que trataríamos de retenerla a cualquier precio -sometiéndonos, sometiéndola, manipulando...- y, aun así, no estaríamos en paz. Podemos ser felices junto a otra persona, en lo que compartimos con ella, pero no por ella.
Sergio Sinay