martes, 6 de marzo de 2012

DINERO Y FELICIDAD, UNA RELACIÓN PELIGROSA

He reinado más de cincuenta años, en victoria o paz. He sido amado por mis súbditos, temido por mis enemigos y respetado por mis aliados. Las riquezas y los honores, el poder y los placeres, han aguardado mi llamada para acudir de inmediato. No existe terrena bendición que me haya sido esquiva. Con una vida así, he anotado los días de pura y auténtica felicidad que he disfrutado: suman catorce. Son palabras de Abderramán lll, un hombre que disfrutaba de todo tipo de lujos.. Vivía en una ciudad hecha de palacios dado su gusto por la belleza y la sensualidad. Era también generoso: fue un mecenas de la poesía, la ciencia y las artes, e hizo florecer su país . Pero eso tampoco le ayudó, los días felices de su vida suman dos semanas.
La sabiduría popular afirma que el dinero no da la felicidad. Hoy sabemos que el afán por el dinero, además, produce justo el efecto contrario: nos hace infelices. Equilibarar la relación entre ambos aumentará nuestra satisfacción vital.
Tenemos razones para ser más felices que nuestros abuelos, pero no lo somos. ¿porqué? Porque la felicidad es una emoción. Y las emociones son señales diseñadas por la naturaleza para hacernos conscientes de un potencial beneficio. La felicidad está ahí para seducirnos. Porque, si vamos más allá de las necesidades básicas, la felicidad está ahí para señalarnos lo que prometa mejorar nuestra situación. Ese es el problema, que cuando nos acostumbramos a una nueva posesión o posibilidad, la sorpresa se convierte en normalidad y las buenas sensaciones desarparecen. Los seres humanos se adaptan con una rapidez extraordinaria.
En definitiva, el afán por el dinero es tóxico, nos hace olvidar el verdadero sentido de la vida. Mucho antes que el califa Abderramán lll, el filósofo griego Epicuro lo anunció de la forma siguiente:"¿Quieres ser rico? Pues no te afanes en aumentar tus bienes, sino en disminuir tu codicia".
Stefan Klein (autor de "La formula de la felicidad"