lunes, 5 de noviembre de 2012

APRENDER A PERDONAR

En septiembre se ha celebrado Yom Kippur, la fecha más señalada del calendario hebreo: el Día de la Expiación. Durante esa jornada se pide perdón a Dios, y durante los 10 días que le preceden las personas buscan a quienes han ofendido para pedirles disculpas y así empezar bien un nuevo año, como una hoja en blanco.
Sería bueno que existiera un Día del Perdón en todas las religiones, ya que, en general, no somos muy buenos para pedir disculpas ni para perdonar.
El perdón es un bálsamo para quien lo recibe y para quien lo da. Pero perdonar no siempre es fácil. Necesitamos dejar de centrarnos en nuestros sentimientos y buscar la bondad a nuestro alredededor.
Perdonar implica cambiar nuestras respuestas destructivas y transformarlas en conductas que promueven el buen funcionamiento de la sociedad.
Perdonar es diferente que excusar o justificar una falta. Tampoco significa olvidar o negar lo sucedido. Es cierto que el perdón puede llevar a la reconciliación o a la reparación de la relación entre la víctima y quien comete la ofensa, pero estas dos situaciiones no van de la mano necesariamente, por ejemplo, se puede perdonar a alguien y no desear seguir teniendo una relación con esa persona.
Como sucede con otras virtudes, la capacidad de perdonar no se nos da automáticamente. Tenemos que aprenderla y desarrollarla, pero al perdonar, nos liberamos a nosotros  mismos.
Recordemos que vivir bien es la mejor venganza: en vez de seguir centrándonos en nuestros sentimientos heridos y  dar con ello poder sobre nosotros a quien nos lastimó, aprendamos a buscar el amor, la belleza y la bondad a nuestro alrededor. Perdonar nos ayudará a recuperar la sensación de que tenemos poder sobre nuestra vida.