lunes, 14 de enero de 2013

APRECIO

El despegue fue preciso y enérgico. Enseguida lo vio surcando el firmamento. De repente tembló un ala y comenzó a inclinarse hacia la izquierda. Desde su posición, no podia controlar el aparato. Sin menguar la gran velocidad que llevaba, iba perdiendo altura . Sin remedio, se iba a estrellar. Arrasó a su paso las cabezas de sus compañeros e hizo, por su cuenta, un aterrizaje forzoso en la mesa del profesor.
-¿Quién ha sido?
Su orgullo papirofléxico le hizo ponerse en pie:
-Yo.



Estar orgullosos de nosotros mismos, eso que se llama autoestima, no es egoísmo, sino simplemente presentar nuestra candidatura a ese estado que llamamos felicidad. Jean-Jacques Rousseau decía que "nadie puede ser feliz si no se aprecia a sí mismo". Creo que es lo que hizo el chico de este cuento: