Fijarse en qué hace uno
mismo y en qué hacen los demás para afrontar las situaciones
complicadas y animarse a probar nuevas estrategias con actitud de
explorador es la clave para ampliar los propios recursos y aprender
con ello. Nada de todo eso resulta posible sin la acción y sin
asumir retos vitales.
Conviene recordar que
nadie puede transitar por la vida sin desgastar sus zapatos -ni
siquiera la piel de un recién nacido está intacta-. Vivir conlleva,
inevitablemente, acumular cicatrices en la piel del alma; heridas de
antaño que dan fe de dificultades, obstáculos, retos que la persona
ha afrontado para seguir adelante, desarrollarse, crecer.
Considerados en su conjunto, estos desafíos otorgan, además, la
oportunidad de alcanzar cierta sabiduría.
Begoña Odriozola
(psicologa)