miércoles, 25 de diciembre de 2013

DOSIS DE FELICIDAD

Nuestra vida cotidiana está repleta de oportunidades para experimentar pequeñas dosis de felicidad. Siempre las tenemos al alcance de la mano, pero a menudo se nos escurren como los delicados pétalos de las flores de cerezo. Necesitamos detener el tiempo, acaso unos segundos, para admirar toda la belleza que nos rodea y mostrar gratitud.

jueves, 19 de diciembre de 2013

LA AUSENCIA DE EMOCIÓN

Se define la apatía como una ausencia de emoción y de reacción a lo que nos rodea, un estado de presencia distante.
Es una posición en la que nos concedemos el derecho a no actuar, a no intervenir, nos damos un tiempo para decidir qué hacer. En meditación, se dice que nos esforzamos en "responder", con discernimiento, en vez de "reaccionar" de forma automática.

 Deseamos estar solos, tranquilos, replegarnos en nosotros mismos. Esa apatía no hay que rechazarla de inmediato en nombre de la necesidad de "positivizar" a todas horas, porque es la que nos obliga a escuchar a nuestra tristeza en lugar de desoírla y pasar a otra cosa. Nos impulsa a dejar de actuar y de interactuar para plantearnos las cuestiones de fondo: ¿Qué es lo que no funciona en mi vida en este momento? ¿Por qué estoy tan triste? Luego, deberemos alejarnos de la apatía para poner en práctica las respuestas a esas cuestiones -si las hemos encontrado- o para reincorporarnos a la vida -si esas respuestas son de momento inaccesibles-. Porque la apatía solo es útil y fecunda cuando es un estado pasajero y no crónico.
Es como una pausa en el curso acelerado de nuestras jornadas. Y si, en lugar de rechazarla, la habitamos con estados de ánimo positivos -curiosidad, paciencia, tranquilidad- nos ayudará a comprender y a saborear mejor nuestra existencia.
Christophe André

miércoles, 11 de diciembre de 2013

EL MENSAJE DE LAS AVES


Gozar con la presencia de los pájaros suele requerir una mezcla de calma y atención. Observarlos es una fuente de inspiración a múltiples niveles.

La vida urbana a menudo induce a perder la conexión con el mundo que nos rodea, con las estaciones o los sutiles detalles que proporciona la naturaleza: los mensajes de la vida.
Contemplar las aves nos saca del ensimismamiento, da alas a nuestro corazón y trae un soplo de aire fresco a nuestra vida. Par eso no es preciso ser ornitólogo, tampoco conocer el nombre de ese pájaro que nos conmueve con su delicada presencia o su alegre canto. Basta con ser capaces de mirar y sentir.

La sensación es conocida y hasta familiar, pero no por ello menos evocadora y fascinante: ver volar a un ave, seguirla con la mirada y observar cómo se aleja más allá del alcance de la vista, con un aleteo pausado, hasta desaparecer para siempre de la mirada y posiblemente de nuestra vida. Esta situación puede colmarnos de un sencillo bienestar. Y no es raro que quien observa las aves entre el asombro y la admiración , lo haga con un sentimiento de dicha, pero también de profunda introspección.
La aves son un símbolo de la sabiduría. Como ellas, tal vez podemos ascender a un nivel en lo que trascender lo mundano y obtener una visión inefable de nuestra existencia, por ejemplo a través del vuelo, de la relajación o la meditación.

viernes, 6 de diciembre de 2013

CASTIGO INÚTIL

El profesor mandó abrir los libros por la página, pero observó que Manuel no lo hacía.
- ¿Por qué no sacas el libro y lo abres por la página indicada?, le dice en tono severo.
-Me lo he dejado en casa, se disculpa con una mezcla de temor y educación de adolescente. El profesor se lo queda mirando un momento mientras piensa qué decir. Por fin, se pone en pie y le ordena que haga allí, en medio de la clase, delante de todos, tres flexiones. Manuel, atónito, no sabe qué hacer. Tiene los ojos de sus compañeros sobre él. Titubea un momento, está a punto de negarse y enfrentarse temerariamente a la autoridad del profesor. Pero es lunes por la mañana y no quiere complicarse la semana, así que se estira en el suelo y hace una y dos y tres flexiones. Ligeramente sofocado, más por lo inusitado de la situación que por el esfuerzo fisico, y todavía con un brillo de desconcierto en sus ojos, se sienta en su sitio. Entonces el profesor le vuelve a preguntar.

-Ahora, Manuel, ¿ya tienes el libro?. A lo que el alumno, totalmente confundido, responde:
-No, no lo tengo.
-¿No?, el profesor simula sorpresa, y concluye dirigiéndose a todos:
-Eso significa que los castigos no sirven para nada. Y comienza a impartir la clase.

El profesor quiso dar una lección a sus alumnos: castigar por castigar no tiene sentido. Pero también nos la quiso dar a nosotros: repetir acciones inútiles no sólo es inútil, sino que se puede convertir en un hábito peligroso que nos hace dar vueltas y vueltas sin llegar a ningún fin. Si lo que hacemos no comporta los resultados que esperamos, miremos si lo hacemos mal o cambiemos de estrategia.